La igualdad social está muy valorada en la actual sociedad occidental y se considera uno de los principales objetivos de la política social. Generalmente se piensa que la prestación de bienestar por parte del estado es un medio apropiado para lograr dicho objetivo y, de hecho, todas las naciones occidentales son Estados de Bienestar. Todavía existen diferencias de opiniones respecto al nivel de esfuerzo requerido para alcanzar el Estado de Bienestar, en particular sobre la cuestión de si un Estado de Bienestar desarrollado produce una sociedad más igualitaria que uno cuyo Estado del Bienestar es más modesto. Este es el debate que presentamos en el documento actual sobre la disminución del Estado de Bienestar.
Este trabajo analiza si el esfuerzo por aumentar el Estado de Bienestar va realmente acompañado de una mayor igualdad social. Compara los gastos de seguridad social y la desigualdad social existente en los 23 primeros países mundiales. La desigualdad social se mide de dos formas:
Tradicionalmente, como un parámetro de diferencia sobre la escasez de recursos, especialmente los recursos socio-económicos, como la renta, la salud y la dignidad social. La comparación de la desigualdad de ingresos entre los países muestra una menor desigualdad en la mayoría de los Estados de Bienestar consolidados.
En lugar de concebir la desigualdad social como las diferencias en tales condiciones preestablecidas para el logro de una buena vida, se puede entender como la diferencia existente en la calidad de vida realmente ‘reconocida’ y se puede medir mediante las dispersiones en la satisfacción de vida (según se comprueba en los datos obtenidos en la encuesta) y mediante la dispersión en la esperanza de vida (como se observa en las estadísticas de mortalidad). Estas dos últimas medidas no están relacionadas con el esfuerzo del Estado de Bienestar: no aparecen ni en un análisis transversal ni en uno longitudinal.
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